Tomé el poder en mi mano
y fui contra el mundo.
Emily Dickinson
Niña pobre, vida ajena,
que aunque no sabes de mi mirada
ni de ella quieres saber,
desde la distancia
yo te hablo.
Niña, sola, sonriente, que esperas desde hace hora y media,
sé que sabes que la ciudad se vacía conforme la luna llega,
sé que habitas en ella como un pollo de coca;
tranquila, chica, que de seguro pudiste ser princesa...
pero el reloj te tambaleó con sus sonidos cristianos,
pero tu sombra de gata se enfundó
por el brillo del negro.
Niña rata, veo en tu rostro que puedes hablar con los perros,
veo en tus manos que la calderilla no te importa;
no me conoces pero, de veras, hazme un favor...
no te hundas las lunas en que te falte la madre,
cierra los ojos y
solamente
grita.
Niña guapa, ya no habrá un tiempo mejor que este.
Déjalo, no quieras indagar en el parpadeo del semáforo;
basta, en serio, ya fue suficiente,
el azar nunca te quiso
mártir
en el campo de batalla.
Niña, no temas,
seguramente oíste una tarde
que los chicos no lloran,
que llevar escote es de putas
que se debe rezar cuando el avión cae...
pero no temas, niña,
que la vida es bonita hasta
dónde el agua quiera girar.
Niña, lo sé, allí sigues esperando el autobús,
aunque aún no me miraste ni lo quiero,
aunque nunca voy a importarte,
no temas.
Niña,
nunca fuiste culpable;
no temas,
que todos nos equivocamos,
que nadie nace para nada,
que tan sólo
eres una niña.
Quintí Casals
No hay comentarios:
Publicar un comentario