I
Espaciosa área de mi cuerpo sin igual,
construida ella entre pieles, músculos y carantoñas,
magnificada y seducida
por unos minúsculos ojos
-fieles contempladores del mundo-
que miran, seleccionan y construyen
ya sean barreras o campos a través,
que desean, quieren o regalan
ya sean plastidecors o lunas en negro.
Espaciosa área de mi cuerpo sin igual,
racionada mediante unas tímidas manos
-atrevidas balanzas del azar-
que señalan, buscan y perturban
toda aquella realidad disidente
y palpan, estrujan y reparten
aquellas donaciones de lo que es, fue y será.
Espaciosa andrómina, de carne y también hueso,
no sé si toco algo verdaderamente firme
bajo la tenue escabullida de la almohada.
Incomprendido el sentimiento como instrumento,
perdida mi mirada sobre el mar que camina
obtuso en sus olas,
no sé si mi yo es.
II
Y sí, puedo suponerlo.
Soy cada partícula de mi cuerpo, cada célula,
cada etapa pasada en adolescencia,
cada chica besada, cada paja deformada,
cada nickname en messenger y cada foto en Facebook,
soy mis padres, mis abuelos, mis primos y mis tios,
soy la triste iglesia que años atrás dejé,
soy mis principios perdidos y mi moral disuelta,
mis calzoncillos preferidos y la canción favorita de Franky,
soy el señor que cobraba las entradas en el campo del Lleida
y cada espina clavada en mi espalda
y cada amor de puerto tenido.
Sí es cierto, estoy aquí,
puedo respirar, puedo agonizar,
puedo pegar un puñetazo a la pared
y sangrar,
puedo comer, silbar, gritar,
puedo sentirme vibrante en la lluvia o el viento,
puedo escarnecer mis uñas en el error del instante
y puedo, también, cagarme para dentro...
pero no sé de adonde vengo,
pero no sé adonde voy.
Estoy ciego como el observador que
ya demasiado galaxia vio,
vacío como el ojeador que hace tiempo
que nada fichó.
Una nube habita mi alma,
se disipan mis palabras en en blanco.
Respóndeme, oh, sirena del silencio,
quién está dentro de mí
y qué quiere
a cambio de mi vida.
Quintí Casals
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