miércoles, 21 de enero de 2015

Borrador

I

Espaciosa área de mi cuerpo sin igual,
construida ella entre pieles, músculos y carantoñas,
magnificada y seducida
por unos minúsculos ojos
-fieles contempladores del mundo-
que miran, seleccionan y construyen
ya sean barreras o campos a través,
que desean, quieren o regalan
ya sean plastidecors o lunas en negro.

Espaciosa área de mi cuerpo sin igual,
racionada mediante unas tímidas manos
-atrevidas balanzas del azar-
que señalan, buscan y perturban
toda aquella realidad disidente
y palpan, estrujan y reparten
aquellas donaciones de lo que es, fue y será.

Espaciosa andrómina, de carne y también hueso,
no sé si toco algo verdaderamente firme
bajo la tenue escabullida de la almohada.

Incomprendido el sentimiento como instrumento,
perdida mi mirada sobre el mar que camina
                                 obtuso en sus olas,
no sé si mi yo es.

II

Y sí, puedo suponerlo.

Soy cada partícula de mi cuerpo, cada célula,
cada etapa pasada en adolescencia,
cada chica besada, cada paja deformada,
cada nickname en messenger y cada foto en Facebook,
soy mis padres, mis abuelos, mis primos y mis tios,
soy la triste iglesia que años atrás dejé,
soy mis principios perdidos y mi moral disuelta,
mis calzoncillos preferidos y la canción favorita de Franky,
soy el señor que cobraba las entradas en el campo del Lleida

y cada espina clavada en mi espalda
y cada amor de puerto tenido.

Sí es cierto, estoy aquí,
puedo respirar, puedo agonizar,
puedo pegar un puñetazo a la pared
y sangrar,
puedo comer, silbar, gritar,
puedo sentirme vibrante en la lluvia o el viento,
puedo escarnecer mis uñas en el error del instante
y puedo, también, cagarme para dentro...

pero no sé de adonde vengo,
pero no sé adonde voy.

Estoy ciego como el observador que
ya demasiado galaxia vio,
vacío como el ojeador que hace tiempo
que nada fichó.

Una nube habita mi alma,
se disipan mis palabras en en blanco.

Respóndeme, oh, sirena del silencio,
quién está dentro de mí

y qué quiere
a cambio de mi vida.

Quintí Casals

miércoles, 14 de enero de 2015

Terra del fuoco

Chiusa nella fortuna dell'amore,
una parete bianca ricorre
tutto il percorso de la camera;
cerco un nuovo orizzonte,
una goccia d'acqua
incarnata nella mia domanda
verso la verità.

Ballare nel'abismo,
perfeto fu.

Un mondo scettico, magnetico,
perso tra l'alluminio industriale
e la festa della gioventù eterna
e da fronti i miei piedi.

Chiamo, cado, batto
e non mi sente nessuno.

Trovare qualcosa simile a Dio,
nello silenzio delle chiese rimane la stabilità.

Trovare alcuna rama che sia diretta al celo,
tutta la vita ascoltando gli ocelli cantare.

Chiamo, cado, batto
e la chimica dei corpi esplode
in un volo diretto alle nuvole bianche.

Mi sto bruciando
nel giaccio della noia.

Non so si questo è veramente la terra del fuoco,
l'inferno sottomesso sotto l'umanità,
il magma elettronico dei bracci legati.

Le città già non hanno anima.

Camino diritto per una strada
dove non esiste i carabinieri del karma,
il buon cuore, l'eternità.

Camino e non vedo i segnali de traffico,
no ci stano per guidarmi.

Sultanto posso aspettare la disperazione
da quel polvere che emigra

più lontano
più lontano.

Quintí Casals

martes, 13 de enero de 2015

Poética narcisa

Si alguna vez fui testimonio,
yo: Narciso singular de mi cuerpo,
del indomable saber de los hombres;
si alguna que remota y tórrida vez,
yo: perdedor y jugador de los astros,
estuve tanteado en el tirachinas del destino...

fue tan sólo por la mera codicia hacia
aquello deseado, instantáneo, fugaz.

Si alguna vez yo mismo me puse las alas...
fue tan sólo por curiosidad
hacia la caída libre.

No voy a mentir. Sin duda alguna me habré revolcado
más de una vez
en el error de recorrer una y otra vez el supermercado,
en la trampa de escribir más de cien veces sobre un tema
                                               buscando la poesía redonda.

También he robado, seducido, hecho daño.
También he besado, circuncidado, caído.

Pero estoy bien, no hay nada que decir.

No recurriré, oh, yo, amo y señor de mis ojos,
al opio meta-emocional
de justificar mis malas manos,
a la fácil enmienda
de acoger al pobre por simple charlatanería.

El mundo es de los que hablan y hablan
y vuelven a hablar. Pobre sinfonía del diccionario.

Muy equívoco fue por parte de la sabiduría universal
recoger puntos, comas, signos y poner nombre
a cada piedra, a cada viento.

Muy ingenuo, oh si tanto ingenuo,
fue retratar la libertad, el gobierno,
las intenciones y deliberaciones quiméricas
del amor
               y sus desperdicios.

Perdón.

Si alguna vez volé por los aires de la palabra,
si tuve, decididamente o no,
el valor de recorrer los minusválidos placeres de la felicidad;
no fue por querer habitar el olvido,
no quise intentar nada no intentado;

tan sólo quería ayudar.

La poesía no merece poema como éste,
demasiado superficial.

Me amo desde el fondo de mis miserias.

Quintí Casals

sábado, 3 de enero de 2015

El séptimo día de Dios

Señor corazón de los astros,
carretera sanguínea que de mis pies
a mi pequeño cerebro va,
triquiñuela de significados posibles...
guíame en los espejos de la noche,
enséñame ese tal símbolo exacto
que remate el alcance de la luz
en la verdad del sentido.

Llevo mucho tiempo con un ancla por cabeza,
llevo mucho espacio recorrido sin dirección.

Ayúdame, oh corazón sabio de los astros,
nombrado en la edad media como Dios,
significado en nuestros días como amor propio,
ayúdame tú que el séptimo día descansaste y dejaste
el mundo impío, perdido y gris
en mano de los hombres,
ayúdame tú que me lanzaste a este vertedero
de malos sentimientos dónde sólo besan bien
los labios de colágeno,
ayúdame, oh cenicienta descocada,
a ser valiente en esta orbe de valientes.

Nunca entendí el verdadero objetivo del porno,
siempre me sostuve a tutelar mis pasos en falso;
en mi turbador aquelarre de sombras y confeti,
la furia de mis días
me hizo más pequeño.
Normal es, pues, que solicite tu ayuda,
oh príncipe al que yo nunca rezo,
oh muñón de felicidad dadivosa.

Llévame allí dónde los años no pasen,
pequeño silencio que en mis manos cabe,
extingue esta brasa ardua, deuda, presente

que incendia la nada flamante
en la certeza de ver una nube diluviar.

Llévame, oh tú que un día fuiste Dios,
a tu séptimo día, a tu séptimo día;

necesito descansar.

Quintí Casals