En medio de un gris y cambiante
enjambre tecnológico,
en medio del crustáceo vil y desenfadado
de la memoria,
por todos esos toros fugaces
del cambio y del progreso y de la historia...
circunvalo, alocado, como una
peonza
y, como niño chico
buscando a su madre
en la incertidumbre, en la muchedumbre,
me rompo, siniestro e intrínseco,
en la lengua
de la incomprensión.
Dónde no habite el vacío,
dónde los estómagos no lloren,
dónde los penes no
coaccionen con las vaginas
y nazcan otros seres
y nazcan otros seres...
quiero habitar.
Buscado por los más bajos cargos de la policía local,
desconsolado, débil y obtuso, lloroso en la
ducha del desamor...
mis piernas bailan al compás de la decadencia,
mis ojos hablan
cuánto puedes saber de mí.
Siento el aire
en mi cara.
Siento el agua
marcharse
entre mis manos.
Todas las especies
de este turbio y sabio y exacto
engranaje de ecosistemas...
logran sentirse en la caricia de lo estable,
logran ensimismarse en sus pieles duras
y se integran, enternecidamente perfectas,
en la perla deforme del
organicismo.
Nacer, crecer, reproducirse y morir.
Réquiem, putrefacción e ir con Dios.
Es tiempo de agarrar el pedo
por los huesos.
Quintí Casals
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