¿Ha sonreído nunca con los ojos lector?
¿Le han sonreído nunca con los ojos lector?
Si lo han hecho, no hace falta que lea ésto.
Si no es así, si quiere puede leerme.
Cuando alguien sonríe con los ojos,
usted no lo nota, usted lo hace también.
Es un acto recíproco,
una tregua acordada sin palabras,
un humo invisible de complicidad.
Es un acto instintivo,
el mejor desliz que pueda tener su cerebro,
el mejor estupefaciente que pueda tomar su alma.
Es un acto que no requiere nada más que química.
Es un acto que no merece ser nombrado acto.
Es un acto al que no vale la pena analizar,
pero no se plantee ésto ahora lector;
ya lo sabrá en su momento,
ya lo sabrá en su momento.
A mi parecer, yo sólo puedo decirle que
sonreír con los ojos mutuamente es un acto en que
mil cigarros caen en el agua para bañar los tímpanos en oro,
mil hombres deciden llorar por lo triste que es la felicidad,
mil margaritas florecen en alguna que otra parte olvidada,
mil cisnes cantan antes de morir en el lago de su belleza,
mil sentimientos recorren la anomalía del sentimiento
y acaban transcurriendo en uno:
la franqueza.
Sonreír con los ojos es sonreír alma con alma.
Sonreír con los ojos es sonreír reflejo con reflejo.
Es sonreír ambos en sus pupilas.
Es sonreír ambos en su interior.
Eso es todo, no hay más, eso es sonreír con los ojos;
lo mejor de todo ésto es que este acto no tiene explicación
y que este poema es una mierda y yo un farsante.
Deja de leer y sal a buscarlo,
quizá lo encuentres,
quizá te abrace,
pero yo no te prometo nada.
Quintí Casals
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