Tengo la voz oxidada,
las pestañas polvorientas
y la cabeza perdida entre el viento.
Tengo los pantalones lejos de mis piernas,
los zapatos heridos de guerra
y las gafas lacradas de ceguera.
Tengo una novia hecha de trozos de corazón,
una familia alejada de mi peligrosa rutina
y unos cuchillos sin mango por amigos.
Tengo un repelente hacia la sociedad,
un antídoto para la suerte
y un septiembre en el ánimo.
Tengo flores marchitadas por órganos,
palabrotas por palabras
y acero por carne.
Tengo un Dios que no cree en mí,
un absurdo en mi existencia
y un interrogante en todas las respuestas.
Tengo un océano de sentimientos rotos,
un piano triste sonando en mi interior
y melancolía en cada músculo de mi cara.
Tengo el tiempo ocupado en perder el tiempo,
el espacio que abarca mi desgracia
y la censura a lo bonito.
Tengo un lienzo virgen delante de mí,
las cuatro paredes de mi habitación aprisionándome
y millones de cosas por hacer
pero hay infinitos kilómetros hasta la puerta,
pero me peso yo mismo,
pero no hay luz que pueda guiarme hasta allí.
Tengo mi vida en un cajón de un pupitre viejo.
Tengo tetraplejía en la vitalidad.
Tengo desgana hacia todo.
En fin, hace un tiempo
que tengo, tengo y tengo
pero
no me tengo.
Quintí Casals
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